domingo, 6 de marzo de 2011

Ingrid Bergman


De entre los incontables sentimientos que los seres humanos son capaces de expresar dentro de su peripecia cotidiana, pocos se ofrecen a la contemplación con una identidad más oscura y sombría que el arrepentimiento. El persistente pesar por haber hecho algo en algún momento, o inclusive también por no haber llegado a hacerlo, se convierte para no pocas de sus atormentadas víctimas en una desabrida y lacerante llaga emocional que atosiga sin remedio la estabilidad anímica de los más dotados. No son pocos, por cierto, los que persisten en estrujar sus mentes hasta los límites de la tolerancia sicológica por no haberse atrevido en algún pasaje de su existencia a realizar un acto que la memoria se encarga siempre de exagerar. Los arrepentidos pasean de por vida las culpas de su indecisión, a pesar de que, sencillamente, nunca llegarán a saber lo que hubiera ocurrido de haberse producido el comportamiento tantas veces añorado. Esta consideración debería bastar por sí misma, sin la menor duda, para el abandono instantáneo de la insistencia destructiva en el propio reproche, al que a buen seguro tanto han contribuido las simplificaciones morales al uso.
Sin margen para el arrepentimiento, la excelsa Ingrid Bergman, que ya había lucido su candorosa belleza ante la cámara en los asombrosos planos de "Luz de gas", de "Casablanca" o de "¿Por quién doblan las campanas?", no dudaba así en adoptar una de las decisiones trascendentales de su vida. En 1949, se dirigía por escrito de este modo al creador del neorrealismo cinematográfico italiano, en la determinación más sincera y novelesca que conozco. «Señor Roberto Rosellini, si necesita usted una actriz sueca que habla muy bien el inglés, que no ha olvidado su alemán, que chapurrea un poco el francés, y que en italiano sólo conoce ti amo, estoy dispuesta a acudir y a hacer un filme con usted». No sólo hicieron juntos "Stromboli", sino que compartieron sus vidas durante años, a pesar de la infamante persecución de que fueron objeto dentro y fuera del star system. Y, como ha confesado en sus memorias, la diva nunca se arrepintió de ello.

Manuel Carlos Palomeque






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