domingo, 20 de marzo de 2011

Los Maestros de la República


Historia de una maestra (1990) es la maravillosa novela de Josefina Aldecoa (La Robla, León 1926-Mazcuerras, Cantabria 2011) que he querido releer estos días como tributo emocionado a su autora y al final de sus días que se acaba de producir. Fue escrita, tal como ella misma ha reconocido, como homenaje a su madre "y a los maestros de la República, a su esfuerzo y dedicación en unos momentos de nuestra historia en los que su sacrificio estaba justificado por la necesidad de salvar al país educándolo, pues tal fue el mandato que recibieron". De qué manera tan delicada y verdadera narra en primera persona Gabriela López Pardo, la maestra de la historia, las durísimas condiciones de vida y de trabajo de los maestros rurales, de ella misma, de su marido Ezequiel y de tantos otros comprometidos con el sueño republicano, durante un tiempo cruel en que les fue dado asistir por el mismo precio al comienzo y al final de las ilusiones colectivas. "[...] Éramos jóvenes, me digo [se decía Gabriela con la perspectiva del tiempo transcurrido], y puede ser que lo que yo recuerdo como felicidad fuese tan sólo la plenitud de nuestros cuerpos, la facilidad para dormir y despertar, la resistencia de los músculos. Éramos jóvenes y el vigor físico nos enardecía, nos impulsaba a luchar por algo en lo que creíamos: la importancia y la trascendencia de nuestro trabajo" [...]. También mi padre, digo yo ahora, fue maestro republicano, expedientado y readmitido en el cuerpo no sin depuración después de la guerra. Y también he leído el libro en homenaje consciente y sentido a él, Carlos Palomeque de Miguel, y a su esforzada dedicación docente en escuelas primarias diversas e imposibles. "[...] En Villaviciosa de Odón [he tenido ocasión de escribir en otro lugar y bienvenido sea ahora el recuerdo] mi padre fue maestro nacional hasta su jubilación y director del grupo escolar Hermanos García Noblejas. Digo que fue maestro nacional, como él quería ser reconocido, y no profesor de educación general básica, como solía preferir el lenguaje oficial, que anteponía así la expresión equívoca a los viejos recelos suscitados por la profesión. En Villaviciosa yo, con el bagaje de un bachillerato de letras recién terminado, ayudaba a mi padre en las clases particulares de griego y latín que impartía durante el verano a los hijos de las familias madrileñas que habían malgastado a lo largo del curso costosas tarifas en afamados colegios. En Villaviciosa, en fin, me harté de jugar al fútbol y también al futbolín, que no es lo mismo, pero es igual [...]".

Manuel Carlos Palomeque

  

2 comentarios:

  1. Un texto precioso, querido amigo, y muy bien enhebrado el tránsito entre maestra y maestro y padre. Irradia.

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  2. Tu blog, una sorpresa agradable.
    ¿ Te falta el hombre que mató a Liberty Valance?
    Elias

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