Después de haber compartido un largo viaje por el reverso de la ley a través de las gastadas tierras de Nuevo México, y cuando Pat Garret acepta colocarse una estrella en el pecho al servicio de los propietarios del ferrocarril de Santa Fe, es enviado a comunicar a su antiguo compañero de fechorías que ya no existe un lugar para él en el próspero porvenir del territorio. El encuentro entre los todavía amigos, sabedores ya sin embargo de sus destinos cruzados y sangrientos, se produce en el viejo y mugriento colmado de las ruinas del Fuerte Sunmer.
Tan pronto como el abrasivo licor se desliza por vez primera en su garganta y los efectos de la implacable sacudida de sus vísceras lo permiten, Pat Garret (un inaudito James Coburn, provisto como nunca de una voz de bronce y la parsimonia por actitud) no puede por menos que reconocer las cicatrices del paso del tiempo.
- Estoy cambiando, Billy. Hablo en serio.
- ¿Qué se siente?, responde entonces Billy el Niño, no sin rodear el inmundo establecimiento con su dulce mirada (prestada para la ocasión por un romántico Kris Kristofferson).
- Se siente que los tiempos han cambiado. Nunca dirá el comisario Garret nada con más nostalgia servida por una consciente firmeza.
- Los tiempos, es posible. Yo no. Una sonrisa impropia de lo inevitable cerraba así el destiempo del crepuscular pistolero.
Asistían ambos, como tantos otros personajes reales o de ficción, a la frontera de la historia. Y ante la encrucijada, Sam Peckinpah (Pat Garrett and Billy the Kid, 1973) muestra una doble moral para una misma estética. La rebeldía del bandido adolescente, sin cabida ya en los nuevos tiempos, frente a la acomodación superviviente y fratricida del estrenado perseguidor, a quien le sobran, sin embargo, dignidad y patetismo.
Pero que nadie se engañe, en la propuesta poética del cineasta los cambios históricos acaban por destrozar las conciencias de los individuos. Todos pierden, porque, al fin y al cabo, como dice Pat Garret en un plano medio de fúnebre belleza, llega un momento en tu vida en que no puedes perder el tiempo pensando en el futuro.
Manuel Carlos Palomeque
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